Me dispuse a realizar ejercicio una mañana, así que decidí salir a correr cerca del lugar en donde resido, apreciaba el ambiente, el paisaje y la peculiar arquitectura de algunas de las viviendas y edificaciones cuando el vehículo tipo agrícola que circulaba al lado mío decide utilizar la bocina…un sonido estridente y doloroso que me deja desconcertado agitando los brazos en señal de reclamo al amigo conductor, éste al verme a mitad de la carretera protestando decide retroceder y colocarse al lado mío, baja la ventanilla y me dice a modo de disculpa…"tranquilo mano que no era con vos" (qué bueno pues era un tipo corpulento). Me percaté entonces que el amigo no tenía idea de lo que acababa de hacer así que decidí disculparme por mi reacción pues quizá mientras agitaba mis brazos con las manos empuñadas protestando pude haber extendido el grupo de terceras falanges…el amable conductor aceptó las disculpas y prosiguió su camino…
Tras ese episodio decidí seguir corriendo, aunque quizá un poco sensibilizado por el incidente me percaté de la poca consideración que tenemos para con los peatones, canes, felinos y otros transeúntes no humanos, ciclistas, autoridades de tránsito y demás conductores…
Utilizamos la bocina para saludar a un peatón o para que se apresure a cruzar la calle, también la usamos para pedirle al agente de tránsito que nos deje pasar sin tomar en cuenta que estar expuesto a ese sonido nublará su juicio impidiéndole desempeñar eficientemente su empleo, la hacemos sonar para reclamar cualquier maniobra del piloto que va frente a nosotros aún a sabiendas que sus habilidades al conducir no mejorarán si bocinamos, incluso entorpeceremos aún más su deambular por las calles, y ¿qué podemos decir de los pilotos de transporte colectivo?, quienes empiezan a hacer sonar su bocina 300 metros antes que se detengan sólo para “avisar” a quienes con ansias ya les están esperando.
La “bocina”, el “claxon” o el “pito” no importando si está calibrada para que se escuche un Mi bemol o un Fa sostenido, tiene usos específicos que están establecidos en nuestro reglamento de tránsito, y por supuesto ningún de ellos incluye el descargar nuestras frustraciones, los usos son los siguientes:
ARTÍCULO 44. CONTAMINACIÓN AUDITIVA. Queda prohibido producir sonidos o ruidos estridentes, exagerados o innecesarios por medio de los propios vehículos, escapes, bocinas u otros aditamentos especialmente en áreas residenciales, hospitales y horas de la noche.
ARTÍCULO 173. ADVERTENCIAS AUDITIVAS. Excepcionalmente, o cuando así lo prescriba la señalización podrán emplearse señales acústicas no estridentes, quedando prohibido su uso inmotivado o exagerado. Estas advertencias se harán solo en los siguientes casos: a. Para evitar un posible accidente, de modo especial, en vías extraurbanas estrechas con muchas curvas; y b. Para advertir, en vías extraurbanas al conductor de otro vehículo, el propósito de adelantar o rebasar.
Al bocinar en una ocasión que no lo amerita (como hacemos en la mayoría de casos), buscamos agredir, buscamos pelear, y esta conducta violenta provoca la misma respuesta por parte de otros conductores.
El ruido es considerado como uno de los contaminantes más agresivos. Es un elemento distorsionador que invade el ambiente que nos circunda produciendo un deterioro en la calidad de vida. También es causa importante de trastornos físicos (pérdidas de audición) y desequilibrios psicológicos.
El oído humano tolera hasta 65 decibeles, una intensidad mayor acarrea consigo numerosos problemas, entre los que podemos citar: Dificultad para la comunicación oral, cefalea, pérdida auditiva, trastornos del sueño, estrés, depresión, acúfenos, tinnitus, efectos sobre el rendimiento, alteraciones en el sistema cardiovascular, incremento en los niveles de colesterol, aumento de secreciones hormonales: tiroides y suprarrenales, disfunción sexual, además de desencadenar la respuesta instintiva de lucha que cada uno de nosotros tiene, lo cual hará que reaccionemos (usualmente) de forma agresiva hacia quien emite el sonido.
Se estima que una persona puede pasar entre el bullicio de bocinas de autos de 90 a 120 minutos al día.
"Las mediciones que hemos efectuado establecen que hay ambientes en áreas urbanas en las que se generan ruidos de 100 decibeles en adelante, dañinos para la salud”, dice Antonio Molina, del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN), establecieron que en la capital se pueden registrar ruidos de hasta 150 dB en las zonas 1, 8, 9, 10 y 11.
Nunca nadie llega antes a una cita o a su lugar de empleo por tocar la bocina, así que, por favor, POR SALUD MENTAL, utilicemos la bocina de forma responsable, con respeto, consideración y moderación.
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